Ez arecept megtalálható magyarul itt.
Hace unos dos años cuando empecé a
descubrir los blogs de gastronomía. Bueno no a todos (hay tantos que es
imposible conocer a todos) sólo algunos, pero como me gusta tanto la cocina y
todo lo relacionado a la gastronomía, que mi curiosidad era cada vez más
intensa y la lista de blogs en favoritos cada vez más larga. Desde entonces
tengo mi propio blog pero no es lo que quiero contaros. Lo que os quiero decir
que durante todo este tiempo en un montón de blogs húngaros vi la receta de un
dulce muy típico de la cocina judía que se llama....rugelach. Pero por muy tentadores
que eran los pastelitos me resistí a hacerlos porque en todas las recetas ponía
que la masa es muy delicada, pegajosa, nada fácil de manejar y un largo
etcétera. Y yo a decir la verdad, no soy amiga de los trabajos engorrosos en la
cocina, así que por mucho que me apetecía probarlos me resistí....hasta hoy.
Esta receta la descubrí la semana pasada en un blog italiano y me gustó tanto
la idea de hacerlos como saladitos en vez de dulces que decidí ponerme manos a
la obra y hacer mis primeros rugelach. ¡Toma ya! Pues tengo que decir que todos
mis miedos se desvanecieron. Nada de pegajoso, nada de engorroso, todo iba
sobre ruedas. Seguro que algún día (no
muy lejano) haré la versión dulce también. Pero vamos a poner manos a la obra.
Ingredientes (para 16 unidades):
Para la masa:
·
150 g de
harina· 120 g de mantequilla salada (si no tenéis en casa, poned media cucharita de café de sal)
· 120 g de queso cremoso (Philadelphia o similar)
· 1 cucharita de té de tomillo seco
· pimienta recién molida
Para el relleno:
· 30 g de avellanas tostadas y molidas
· 30 g de aceitunas verdes sin hueso
· 30 g de queso de oveja curado rallado (o queso parmesano)
· mantequilla derretida para untar la masa
Primero preparamos la masa con bastante antelación ya
que tiene que reposar en la nevera durante unas seis horas. Yo la hice por la
mañana así para el mediodía estaba perfecta. Ponemos la harina tamizada en un
bol, añadimos el tomillo, la pimienta recién molida (a gusto) y mezclamos. En
otro bol mezclamos la mantequilla a temperatura ambiente con el queso cremoso y
poco a poco vamos incorporando la mezcla harinosa. Lo trabajamos a mano hasta
que se integran bien los ingredientes y se hace una bola. Podemos añadir un
poquito de harina más (¡pero sólo una pizca!) y amasamos bien en una superficie
ligeramente enharinada. Envolvemos la bola con film transparente y dejamos
reposar en la nevera durante seis horas. Puede que no es necesario tanto tiempo
pero yo como los hice por primera vez me ceñí a la receta hasta la última
letra. Antes de sacar la masa preparamos el relleno. Metemos las avellanas en
una bolsa que se puede cerrar y las desmenuzamos con el rodillo. No hace falta
que estén tan molidas como polvo porque al tener mucha grasa se hace una pasta.
Además es hasta agradable encontrar trocitos de avellanas al comer los saladitos.
Cortamos las aceitunas en trocitos y rallamos el queso. Mezclamos estos tres
ingredientes. Ponemos el horno en marcha a 180 grados. Sacamos la masa de la
nevera, la desenvolvemos y la ponemos a la mesa (o encimera) con el film
transparente debajo. La cubrimos con otro trozo de film y la estiramos con el
rodillo hasta formar un círculo de unos 30 cm de diámetro.
Ahora retiramos el
film de arriba, untamos la masa con mantequilla derretida (no caliente!) y
repartimos el relleno. (Reconozco que a mí se me olvidó la mantequilla y no
pasó nada. En todo caso estaba así un poco más ligero.)
Cuando hemos puesto el
relleno, lo cubrimos con un trozo de papel de hornear y con el rodillo
presionamos un poco, así no se va a salir al enrollar. ¡No utilicéis para esto
el film que se retiraba antes porque se le va a pegar todo el relleno! El
siguiente paso es cortar la masa en cuatro trozos y cada cuarto cortar también
en cuatro. Así obtenemos 16 porciones a los cuales vamos enrollando desde fuera
hacia dentro y los colocamos en una bandeja de horno forrada con papel de hornear,
de manera, que los “picos” se queden abajo. No hace falta dejar mucho espacio
entre ellos ya que no van a crecer, ni hay que pintarlos. Los horneamos unos
20-25 minutos y los dejamos enfriar en una rejilla. ¡Una exquisitez!
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